Llegó la fecha marcada para la entrega de los trabajos y, sorpresa! Lo conseguí. Saqué horas de debajo de las piedras, en muchas ocasiones cogiendo los pinceles a las 05:00 de la madrugada, aprovechando que la pequeña A y Cris dormían. Otras tantas, era Cris la que me invitaba a pasar tardes como las de antes, y podía disfrutar de un ratito en mi estudio. Fuera como fuera pude tachar de mi lista de retos por completar aquel.
Una vez entregado todo el material, pasaron los meses y seguí colaborando muy cordialmente con aquella empresa. Pintaba a sabiendas que estaban contentos con mi manera de trabajar y, la ilusión de saber que de fondo se estaba fraguando un libro, y que entre sus páginas podría encontrar mis dos trabajos, era brutal!
El año 2022 no tardó en hacer acto de presencia y junto a él, mis ganas por seguir creando contenido a través de mis pinceles. La cosa con Factory, no podía irme mejor. Y es que estaba encontrando una manera de enfocar el hobby que, hacia que cada minuto pintando o escribiendo, contase como el que más. Me sentía super realizado con todo lo que hacia, y sentía que por fin había logrado conectar varias pasiones en una sola.
Los meses avanzaron y yo seguía trabajando por mejorar como pintor de miniaturas y creador de contenido. Probaba nuevas técnicas, intentaba salir de mi zona de comfort y, pintaba algo distinto que no fuera sobre la Segunda Guerra Mundial, probaba otros fabricantes de pinturas, leía a otros creadores de contenido, etc.
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