Troll Hunter: porque no todo vale en redes

En cualquiera de las entradas que de este humilde blog, encontrarás historias que, te llevarán a otros tiempos. Y es que, la escritura y la historia son dos pasiones a las que, intento dedicarles una pequeña parcela de mi tiempo. No tanto como me gustaría, pero como bien se suele decir: algo es algo.

En la entrada de hoy, no te cuento una historia de la Segunda Guerra Mundial, ni un escrito de ficción sobre las aventuras de Liam el astronauta. Hoy te dejo una historia que viví en primera persona y con la que nace el proyecto que da nombre a este post.

Hace aproximadamente un año fui objeto de una campaña de comentarios malintencionados en redes sociales. Algunos de ellos eran directamente falsos y otros solo eran la opinión tóxica y destructiva de quien provenían.

Estos mensajes se vertieron desde una cuenta vinculada a una comunidad que, en su día apoyé personalmente y con los que ni tan solo tuve un pequeño roce. Y detrás de estos comentarios una persona con la que había colaborado activamente tiempo atrás, y aparentemente entre nosotros no existía ningún conflicto ni problema latente.

Aunque en aquel vídeo nunca se mencionó mi nombre ni el de The Factory Studio, las referencias eran claras, y los mensajes privados que recibí en Instagram así lo confirmaban. Durante esa misma semana y tras los primeros mensajes recibidos a través de Instagram, además, comencé a recibir llamadas desde números ocultos en plena madrugada, algo que directamente no puedo relacionar pero que no considero casual.

Ante esta situación, informé a las autoridades pertinentes, quienes tomaron nota de todos los implicados en aquel video y autor/es de los mensajes que recibí y también comuniqué los hechos a Instagram y YouTube, quedando más que satisfecho con la manera en que abordaron el asunto y el trato que me dieron.

Lo más preocupante no fue solo lo que considero un ataque gratuito, sino comprobar lo fácil que resulta hoy en día difamar y luego esconder la mano. En este caso, la persona responsable negó saber nada cuando fue confrontada. Como si los comentarios, vídeos y efectos colaterales hubieran aparecido por arte de magia.

Di margen suficiente para que, cualquiera de los implicados recapacitara y me ofreciera una simple disculpa. Sabían perfectamente cómo localizarme, disponían de mi número de teléfono personal…pero nunca recibí un triste «lo siento». Ni una explicación. Ni una muestra de empatía o responsabilidad.

Tambien me parece importante aclarar que, yo no soy pintor profesional de miniaturas. Ni tengo ningún interés en competir con nadie por tronos que ni me pertenecen ni busco. Pinto por hobby, por gusto, y punto.

Y si, soy plenamente consciente de que lo mío, comparado con casos mucho más graves de acoso en redes, es casi anecdótico. Una broma. Pero eso no quiere decir que se deba permitir. Porque si se normalizan los pequeños ataques, se abona el terreno para agresiones mucho más serias.

Por eso, la tolerancia ante el acoso digital debe ser siempre del 0%.

Y entre tu y yo: los implicados en aquel video pueden seguir durmiendo tranquilos (no dudo que lo hacen) porque tras esta publicación no voy a contarte quienes fueron. No merecen esa exposición, ni les dedicaré más espacio.